“¿Acaso es tiempo el enemigo?”
Despierto. La mañana es fría. El sol es cubierto por nubes grises que truenan en llanto. Sin embargo, nada evita que mis labios dibujen una sonrisa. La sonrisa del corazón que se permitió enamorar…
Pienso en ella mientras preparo cada detalle. Imagino el destello de sus ojos verdes sorprendidos por mi presencia en la puerta de su hogar, con el bello ramo de flores y la canción que ama. Pude escribir un poema de su figura. Quizás, escribir una carta para expresar mis sentimientos por el sonido dulce de su voz. Más soy yo quien debe hablar y evitar el discurso memorizado. Basta con palabras simples, pero sinceras…
Al salir, la brisa juega en mis mejillas. Pienso que son las manos de la mujer que amo, repasando la silueta de mi rostro, estudiando la textura de mis labios para besarme… La idea es inocente y emocionante. Lo es al grado de exaltar el ritmo de los pasos para llegar a ella.
Sin intención, mi brazo choca que la mano de una señora sollozando. Estoy tan concentrado en ilusiones que olvido disculparme. No hay tiempo que perder. Aunque son estos los momentos más hermosos del amor: tener la imagen de quien amas, la esperanza de encontrarte con la persona que roba tus suspiros. Desear la presencia de ese ser de bonita sonrisa, piel como el trigo y castaños cabellos…
Me acerco apresuradamente al hogar de la niña que encantó los días de un joven perdido. Camino. El color negro de los atuendos me incomoda. La velocidad se reduce. Percibo el marchitar precipitado de flores blancas, como si murieran de luto. El palpitar en mi pecho asfixia las ideas anteriores. Me adentro al lecho de esperanzas. La puerta estaba abierta, sí, pero mi temor al rechazo demoró mi entrada para el comienzo de una vida. A cambio, encuentro la puerta abierta para presenciar la muerte. Es así que la observo por última vez. Tan frágil, tan bella. Sus ojos yacen cerrados. Su cuerpo, vestido de ceda, descansa en el interior de la caja que guardara su esencia. La impresión acaba con mi cordura. Las lágrimas inundan la pasión. La risa de desesperación rompe con el silencio del llanto. Nadie logra consolar mi pena…
Han pasado 11 meses. Dicen que ella espero más.
Despierto. La mañana es cálida. El sol brilla como brilla mi felicidad… Hoy he decidido. Tarde 11 meses pero de algo estoy seguro: Quien ama de verdad, siempre amará. En unos segundos estaré con la dama de los sueños. O, tal vez deba esperar…
